"Hay
momentos en que el pueblo sintetiza en su
acción
los
pasajes más significativos de su
historia"
Agustín
Tosco
Pasaron doce años de la
rebelión popular que puso fin al gobierno aliancista
de Fernando De la Rúa y marcó a fuego a toda
una generación militante. Un hecho fundamental de
nuestra historia de lucha, que encontró al pueblo en
las calles enfrentando valientemente al Estado y sus fuerzas
represivas y derribando a gobiernos antipopulares. Esa
Rebelión fue el desenlace de un lento período
de resistencia de los trabajadores y el pueblo, que tuvo
sus inicios en la lucha contra las privatizaciones y la
desocupación que se expresó en las puebladas
de Tartagal, Cutral Co y Plaza Huincul, así como
también en el surgimiento del movimiento piquetero
como actor político de peso.
En esos días, el pueblo,
masivamente en las calles, decía basta al saqueo de
la década neoliberal, en la que se había
vuelto hegemónico al sector financiero dentro de
nuestro capitalismo dependiente. La crítica al
régimen político se sintetizaba en la
consigna "que se vayan todos" y
la unidad de los sectores populares y medios encontró
transitorio punto de confluencia en la
consigna "piquete y cacerola, la lucha es una
sola". La crisis de los sectores de la
burguesía que se peleaban por definir la continuidad
del modelo entre la dolarización y la
devaluación abrió
un impasse por arriba que fue quebrado
por abajo por la acción popular independiente, que a
fuerza de movilizaciones, cortes y ocupaciones abrieron un
incierto pero esperanzador horizonte de
cambio.
Grandes movilizaciones
siguieron a ese Diciembre, donde las asambleas populares,
la acción del movimiento piquetero y las
fábricas recuperadas se propagaban por todo el
país, abriendo una importante crisis
política. La recomposición orgánica de
la burguesía se inició de la mano de Duhalde
a través del disciplinamiento social, que
encontró su punto de máxima expresión
en el asesinato de Darío Santillán y
Maximiliano Kosteki en el Puente Pueyrredon, en junio
de 2002.
Sin embargo, la
normalización institucional sólo tuvo lugar
plenamente con los mandatos de Néstor y Cristina
Kirchner, a partir del cruce de varios factores: una
situación internacional favorable que permitió
un desarrollo económico sostenido, traducido en
políticas sociales tales como la asignación
universal por hijo, junto con una política de
derechos humanos centrada en los juicios a los genocidas de
la última dictadura.
En este marco el kirchnerismo
logró ganar la adhesión de amplios
sectores del movimiento popular que fueron
protagonistas de la resistencia en los ´90, como
también generar una importante adhesión y
consenso social, lo que supuso un cambio importante con la
etapa anterior, planteándonos nuevas tareas
políticas.
Pero el modelo kirchnerista de
"capitalismo en serio", estuvo estructurado sobre
una política antipopular que tuvo en el orden del
día el pago sistemático de la
ilegítima y fraudulenta deuda externa, la
precarización laboral y el trabajo en negro, el
avance de la sojización y la minería
trasnacional, la represión preventiva (de "baja
intensidad") y selectiva sobre las luchas
populares, los acuerdos con la más rancia burocracia
sindical y el férreo control territorial que
garantizan los gobernadores e intendentes
pejotistas.
A su vez, en el marco del
crecimiento económico y de la reinserción
laboral (muchas veces precarizada) la última
década fue el marco para el nacimiento de una nueva
camada de activistas obreros que se foguearon en la lucha
contra las patronales y la burocracia, permitiendo que la
clase trabajadora organizada sindicalmente reaparezca en la
escena como un actor central de la lucha y la
organización de nuestro pueblo. Experiencias como
las de Kraft, Subte, FFCC, Fate u Arcor, son
expresión de un proceso de recuperación
obrera que se plasmo en la multiplicación de los
delegados clasistas, la conquista de juntas internas,
cuerpos de delegados, seccionales y hasta sindicatos
independientes de las patronales, las burocracias y el
gobierno.
Hoy, tras diez años de
gobiernos kirchneristas, comienza a visualizarse una
persistente erosión de su capital político y
una transición gubernamental que se perfila por
derecha dentro del mismo peronismo, de cara al 2015. Ante
este panorama, el debate sobre la proyección
estratégica y los instrumentos políticos
necesarios para un proceso de cambio social revolucionario
adoptan un renovado interés y
centralidad.
Si en el 2001 la enorme
dispersión del campo popular, la ausencia de la
clase obrera organizada en el centro de la escena
política y la inexistencia de una
organización revolucionaria capaz de poder ponerse a
la cabeza de ese proceso, marcaron los límites
históricos de la Rebelión Popular; doce
años después siguen vigentes tareas y
desafíos que se hicieron visibles en aquella
ocasión y cuya resolución está lejos
de ser resuelta en un sentido
histórico.
En este sentido, se pone en
evidencia la necesidad imperiosa de abonar con fuerza al
proceso de recomposición por abajo del pueblo
trabajador, en particular de la clase obrera y su
perspectiva antiburocrática, y a su vez promoviendo
la organización y lucha de los más amplios
sectores populares.
En este marco se torna
fundamental contribuir al proceso de confluencia entre
organizaciones sociales y políticas, entendiendo la
necesidad de generar una alternativa política capaz
de convertirse en opción real de profunda
transformación social para millones de trabajadores y
trabajadoras en nuestro país, constituida por las
mejores tradiciones de lucha y corrientes anticapitalistas
y emancipatorias de nuestro pueblo.
Y resulta imprescindible, a su
vez, avanzar en el reagrupamiento estratégico de las
organizaciones, destacamentos y núcleos que
reivindicamos una misma tradición del marxismo
revolucionario. Un reagrupamiento que deberá apuntar
con audacia y madurez política a la
conformación de un partido revolucionario de la clase
trabajadora y el pueblo, forjado al calor de la lucha de
clases y con desarrollo nacional.
Sabemos que estas tareas no se
limitan a la iniciativa de un puñado de militantes
ni de unos pocos núcleos políticos, sino que
son tareas históricas que deben tener raíces
en nuestro pueblo trabajador. Pero sabemos también
que sólo asumiendo el desafío desde lo que
somos hoy, podremos avanzar por este camino fundamental,
para promover una perspectiva revolucionaria para el
socialismo.
A 12 años del 19
y 20 de Diciembre de 2001: ¡Viva la Rebelión
Popular!
Por el poder obrero y
popular.
Por el
socialismo.
Córdoba se Mueve
(CSM)
Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR)
Organización de
Trabajadores Revolucionarios
(OTR)
Transformar
América con Conciencia y Unidad
(TACU)
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